lunes, 27 de diciembre de 2010

NUEVAS NOTICIAS

Hola, esta nueva entrada es para invitarlos a la "Exposiciòn temporal 1, 2, 3 por los niños de Mèxico" en Papalote Museo del Niño. Pueden ir todos los que tengan niños o se sientan como niños y quieran divertirse y aprender un poco màs sobre Mèxico.  Tengo el honor de formar parte del equipo de trabajo y hacemos nuestro mejor esfuerzo para que los niños no sòlo se diviertan sino se lleven un nuevo conocimiento, y en el mejor de los casos una reflexiòn que los ayude en su vida cotidiana.
Sin màs por el momento me despido.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Vida cotidiana y sexualidad en el México prehispánico

Vida cotidiana y sexualidad en el México prehispánico



En esta entrada trataré de acercarme a la vida cotidiana de las mujeres en el México prehispánico. Cabe aclarar que no soy experta en el tema y no será más que una pequeña investigación.

El nacimiento y la muerte son acontecimientos tan importantes que se convierten en un ritual. Las mujeres embarazadas invocaban al dios Tezcatlipoca para que las protegiera durante el embarazo y el parto. También recurrían al astrólogo para saber si el nacimiento del niño sería en un día propicio.
     Llegado el día del parto se llevaba a la madre al temazcal para purificarla y era ayudada por una partera en el momento del nacimiento. La partera cortaba el cordón umbilical  del recién nacido y si era niña pronunciaba un discurso de bienvenida, le decía “permanecerás en el interior de la casa como el corazón en tu cuerpo. Te convertirás en la ceniza con que se cubre el fuego del hogar […].”[1]
Partera. Imagen tomada de Argqueología mexicana, vol.XVIII, Núm. 104, julio-agosto 2010.

     Discurso que se convertía en sentencia y destino. La mujer estaba destinada al ámbito privado, lo que era reforzado por los padres al regalarle a la niña, desde muy pequeña, juguetes relacionados con la costura y el hilado. Además, desde los tres años, las niñas debían ayudar en los quehaceres del hogar.
     Al crecer y presentar su menarca, las madres daban consejos a sus hijas sobre su comportamiento dentro y fuera de la casa, reforzando su actividad en el hogar y a que fueran solícitas en el trabajo hogareño. Uno de los consejos que daba una  madre a su hija es el siguiente: “No te des al sueño, ni descanses a la sombra, ni vayas a tomar el fresco, ni te abandones al reposo; pues la inacción trae consigo la pereza y otros vicios.”[2] Así, para que sus hijas no cayeran en el vicio se las mantenía ocupadas en hilar, tejer, coser y cocinar.
     Las niñas eran educadas por su madre, aunque también había  dos tipos de escuelas a las que ellas podían asistir “en una podían convertirse en sacerdotisas y en la otra [podían convertirse] en tejedoras, hilanderas o en hábiles artesanas, capaces de preparar las delicadas plumas y las ricas vestimentas tradicionales.”[3]



     En general, se les enseñaba a estar en su hogar, ser comedidas y tener recato tanto en su forma de ser como en su vestimenta. Usaban un cueitl que llegaba hasta los tobillos y estaba bordado según su imaginación y el empeño de la dueña al hacerlo. Para ir de viaje utilizaban el huipil. Estaban acostumbradas a caminar descalzas y se dice que “dejaban crecer sus largos cabellos libremente, cuidándose de lavarlos para que aparecieran brillantes en su negrura. En los días de fiesta se los trenzaban con cintos de colores. Cuando iban al campo, los recogían alrededor de sus  cabezas para que les molestaran lo menos posible. Acostumbraban a ir con el rostro libre de afeites aunque en ocasiones especiales llegaban a ponerse algún ungüento o cremas naturales.”[4]
Conforme iba creciendo la niña se la iba cuidando más y se le aconsejaba ser prudente y mantenerse casta, pues la virginidad era un tema importante para el matrimonio, aunque en algunos casos se permitieron las relaciones prematrimoniales. Las madres aconsejaban a sus hijas de la siguiente manera:
Evita la familiaridad indecente con los hombres y no te abandones a los perversos apetitos de tu corazón; porque serás el oprobio de tus padres y ensuciarás tu alma, como el agua al fango. No te acompañes de mujeres disolutas, ni  con las embusteras, ni con las perezosas; porque infaliblemente infeccionaran tu corazón con su ejemplo.  Cuida de tu familia y no salgas a menudo de casa, ni te vean vagar por las calles y por las plazas del mercado, pues allí encontrarás tu ruina. Considera que el vicio, como hierba venenosa, da muerte al que lo adquiere, y una vez que se introduce en el alma, difícil es arrojarlo de ella. Si encuentras en la calle algún joven atrevido y te insulta, no le respondas y pasa adelante. No hagas caso de lo que te diga; no des oído a sus palabras, si te sigue no vuelvas el rostro a mirarlo, para que no se inflamen más sus pasiones. Si lo haces, se detendrá y te dejará.[5]

Prostituta. Imagen tomada de Argqueología mexicana, vol.XVIII, Núm. 104, julio-agosto 2010.

     Se cuidaba que las hijas no vagaran por las calles o el mercado porque allí estaban las prostitutas que tenían fama de perezosas y disolutas. Además se trataba de conservar el honor y la virginidad hasta el matrimonio, momento que se convertía en una festividad solemne.
     Las mujeres se podían casar a los 16 años, mientras que los hombres hasta los 20 y al momento de casarse se les consideraba mayores de edad.  No se permitía que se casaran entre hermanos o familiares y en caso de transgredir la norma se les castigaba con la muerte. Tampoco se les permitía casarse antes de la edad establecida porque se consideraba que no tenían la madurez corporal necesaria y que les traerían enfermedades. Además deberían de contar con el consentimiento de los padres.
     En cuanto a la concertación del matrimonio se seguía todo un ritual, que debería ser seguido al pie de la letra. Dos mujeres ancianas eran las encargadas de llevar regalos a la casa de la novia por mandato del padre del novio. Estos regalos se debían rechazar dos veces y a la tercera vez eran aceptados y la dote de la novia debería de superar el valor de los regalos. Una vez consentido el matrimonio se fijaba la fecha de la boda según el calendario para que fuera un día propicio. Llegada la fecha iba una mujer a casa de la novia y se llevaba cargando a la novia a la casa de su futuro marido; esta mujer era conocida como la casamentera. Una vez que llegaba los padres y los ancianos pronunciaban discursos sobre la vida matrimonial por los padres y los ancianos. En el momento de la ceremonia se unían los tlilmantli (mantos) de cada uno: el tilmalt del novio y el rebozo de la novia. Una vez unidos se consideraba que estaban casados oficialmente. Esta ceremonia matrimonial sólo le correspondía a la primera esposa en el caso de los nobles, ya que para las demás esposas la ceremonia resultaba más sencilla y no se anudaban los tlilmantli.
     Cuando se terminaba la ceremonia se hacía una fiesta con gran comida y pulque; luego los recién casados eran recluidos a un lugar especial en el que permanecerían cuatro días orando, en ayuno y en abstinencia sexual, “tan duro proceso permitía que los dos recuperasen ‘la pureza imprescindible para consumar su unión’.”[6]
Una vez casados debían cumplir deberes y obligaciones maritales; por su parte las mujeres deberían de estar al cuidado de su hogar y del esposo. Se podía pedir el divorcio si el marido se quejaba de la esterilidad de la esposa, del mal carácter de ella y del descuido de los deberes de su hogar. La esposa también podía solicitarlo si el esposo descuidaba la educación de los hijos, si la maltrataba y si cometía transgresiones sexuales como el adulterio.
El adulterio era castigado de  manera diferenciada entre macehuales y pilli. Los macehuales eran castigados con la lapidación, apaleándolos o quebrándoles la cabeza con dos lozas en la plaza o el mercado y una vez muertos sus cuerpos eran arrojados a una barranca. Mientras que los nobles eran ahorcados de forma privada “en su casa o en la cárcel; les emplumaban la cabeza con penachos verdes y así los quemaban. La privacidad del castigo tenía como propósito evitar la vergüenza pública al transgresor y su familia.”[7]
     El adulterio era castigado fuertemente, pero debería ser probado por testigos, pues no se podía castigar con el sólo testimonio del marido pues era “posible que la ejecución del castigo se tiñera de venganza particular al dejarse en manos del cónyuge ofendido.”[8]
Adulteros castigados con la pena capital; el marido es quemado vivo, mientras la amante es ahorcada. Imagen tomada de Argqueología mexicana, vol.XVIII, Núm. 104, julio-agosto 2010.
     Y si el marido mataba a la esposa infiel aunque fuera infraganti se le castigaba con la muerte. Si el marido era el infiel con una mujer casada los dos merecían la pena capital. Así pues, las que eran buenas esposas eran recompensadas al poder disponer de sus bienes propios y de hacer transacciones mercantiles con plena libertad y sin autorización del marido.
     Una vez divorciada la mujer tenía el privilegio (como todas las demás divorciadas) de casarse con el hombre que quisiera, mientras la viudas sólo podían volver a casarse con un cuñado o un familiar de su marido.
     Y así transcurrían los años, y cuando las mujeres ya eran ancianas se encargaban de cuidar enfermos y de ayudar a sus familias en el hogar.
                         Xochiquetzal, diosa prehsipánica que se encuentra involucrada tanto en el amor como en las transgresiones sexuales que tienen que ver con la embriaguez. Imagen tomada de Argqueología mexicana, vol.XVIII, Núm. 104, julio-agosto 2010.



 
[1] Manuel Yáñez Solana, Los aztecas, M. E. Editores, España, p. 66.
[2] Ramón F. Vázquez, “De una madre azteca a su hija”, extraído de las siete pinturas de la Colección Moctezuma, citadas por Clavijero, tomadas de Motolinia y Sahagún, apud Manuel Michaus Marroquín y Jesús Domínguez Rosas, El galano arte de leer. Antología didáctica, Ed. Trillas, México, 1968, p. 110.
[3] Manuel Yáñez Solana, op. cit., p. 48-49.
[4] Ibidem, p. 43.
[5] Ramón F. Vázquez, “De una madre azteca a su hija", en Manuel Michaus Marroquín y Jesús Domínguez Rosas, op. cit., p. 110.
[6] Manuel Yánez Solana, op. cit., p. 44.
[7] Miriam López Hernández y Jaime Echeverría García, “Transgresiones sexuales en el México antiguo”, en Arqueología mexicana, Vol. XVIII, Núm. 104, julio-agosto, 2010, p. 68.
[8] Alfredo López Austín, “La sexualidad en la tradición mesoamericana”, en Arqueología mexicana, Vol. XVIII, Núm. 104, julio-agosto, 2010, p. 33.


miércoles, 20 de octubre de 2010

Pokemonas malas y perversa 5

Las alegradoras de la vida: Concubinas y Prostitutas


Poco sabemos de la condición de las mujeres en la época prehispánica, así como de las costumbres de la época, salvo lo que los cronistas informaron. Esta estrada está dedicada a aquellas mujeres que alegraron la vida de los hombres del México prehispánico: las concubinas y las prostitutas.
La sexualidad es un tema importante en cada sociedad y en ese tiempo no se asociaba al sexo con el pecado hasta que llegaron los españoles con su ideal cristiano, pero se debían seguir ciertas reglas.[1] Su importancia radicaba en la procreación de guerreros. Pero también es cierto que era fuente de placer y los hombres al no estar satisfechos con su vida sexual matrimonial podían recurrir a prostitutas y concubinas según su condición social. El pilli tenía una esposa principal y otras esposas que se consideraban concubinas, las cuales debían estar bien alimentadas, disponer de un lecho y contar con lo imprescindible.[2]  Además el sexo prematrimonial estaba permitido con concubinas llamadas tlacatcaulli. Fray Bartolomé de las Casas nos habla de tres tipos de concubinas: “las de los jóvenes antes del matrimonio [temecauh]; las de los hombres casados llamadas teichtacamecauh y las de los nobles importantes.”[3]
En cuanto a la prostitución digamos que es una posibilidad para los que por algún motivo no pueden tener una mujer aceptada socialmente, es decir, una esposa y para los que no son satisfechos sexualmente por sus esposas. Como se puede notar los hombres de las clases altas recurrían a las concubinas mientras que los macehuales a las prostitutas.
Las prostitutas eran llamadas “preciosa flor de maíz tostado” o “bebida que embriaga con flores” y no eran tan maltratadas, pues hasta cierto punto se les consideraba respetables ya que cumplían con una labor importante: ellas acompañaban a los soldados durante las batallas “de esa manera evitaban que [los soldados] violaran o raptaran a las mujeres de pueblos conquistados. Si lo hacían eran castigados terriblemente, porque para eso llevaban su contingente.”[4] Los soldados como eran considerados  hombres de prestigio tenían derecho de ir con prostitutas antes de ir a la guerra para que ésta fuera exitosa. Las prostitutas de los soldados vivían en una casa especial, algunos autores dicen que se llamaba cuicacalli que significa casa de la canción “y por extensión [es la casa] de la poesía y la danza, razón por la cual es muy cuestionable si a esta casa se le podía llamar burdel, que en realidad es una traducción errónea de cuicacalli.[5] Tal vez fuera una palabra compuesta como auiani calli. Además existía una intensa vida nocturna que era aprovechada por mujeres que danzaban a la luz de las antorchas con los guerreros.[6]
Se decía que había personas o más bien mujeres destinadas a la prostitución según el día en que nacieran. Así cuando una niña nacía se revisaba el tonalpohualli (calendario la cuenta de los días) y quienes habían nacido “bajo el signo ce calli, “uno casa” o ce cuauhtli, “uno águila”, estaban predestinadas a convertirse en prostitutas.”[7] Los aztecas usaban diferentes términos para nombrar a las prostitutas o tal vez existen diferentes palabras que significan prostituta. Por ejemplo, se les nombraba ahuiani (prostituta) o ahuilnemiliztli (prostituta de mercado).[8]
En la siguiente tabla veremos las diferentes palabras que se usaban para referirse a las prostitutas:[9]
Palabra actual
Palabra en náhuatl
Prostituta
Auiani
Maauiltia
Maauiltiani
Mahuailtia
Auilnenqui
Monamacac
Maqui
Prostituta de burdel
Motetlaneuhtiani
motzinnamacani


Ahuiyani significaba contenta, satisfecha, feliz “del náhuatl ahuiya/ahuix ‘tener lo necesario, estar feliz’.”[10] También significa “la que huele bien, la que hace  feliz a la gente”, mientras que el término Monamacac significa “la que se vende”.
Las prostitutas estaban al lado del camino ejerciendo su profesión y a cambio recibían mercancías que podían utilizar como dinero. Se cuenta que algunas de ellas ofrecían ciertas bebidas alucinógenas a sus clientes para intensificar el deseo sexual como el poyomatli que es una hierba; el teonanacatl llamado “el hongo de los dioses” y otra bebida hecha con cuernos de la serpiente mazacóatl (serpiente venado) que era un fuerte estimulante pero que podía provocar la muerte si se exageraba en el consumo. A estas mujeres Sahagún  las describía de la siguiente forma:
Púlese mucho y es tan curiosa en ataviarse que parece una rosa después de bien compuesta, y para aderezarse muy bien primero se mira en el espejo, báñase, lávase muy bien y refréscase para más agradar; suélese también untar con ungüento amarillo de la tierra  que llaman axin, para tener buen rostro y luciente, y a las veces se pone colores y afeites en el rostro… Tiene también de costumbre teñir los dientes con grana y soltar los cabellos para más hermosura, y a las veces tener la mitad sueltos y la otra mitad sobre la oreja o el hombro y trenzarse los cabellos y venir a poner las puntas sobre la mollera, como cornezuelos, y después andarse pavoneando, como mala mujer, desvergonzada disoluta e infame. Tiene también costumbre de sahumarse con algunos sahumerios olorosos y andar mascando el tzictli para limpiar los dientes… tiene también de costumbre llamar, haciendo señas con la cara hacer del ojo a los hombres, hablar guiñando el ojo, llamar con la mano, vuelve el ojo arqueando, andarse riendo para todos, escoger al que mejor le parece, y querer que la codicien, engaña a los mozos, o mancebos, y querer que le paguen bien, y andar alcahueteando las otras para otros y andar vendiendo otras mujeres.[11]
Las prostitutas recurrían a dos diosas: Xochiquétzal (flor/pájaro precioso) eufemismo de la belleza; era la Venus prehispánica y Tlazoltéotl diosa de la inmundicia  y del amor, también de la lujuria y los deseos sexuales. Se creía “que las prostitutas y todos aquellos que cometían pecados de la carne la veneraban de manera especial [a Tlazoltéotl] porque la diosa tenía el poder de perdonarlos si ellos se confesaban con los sacerdotes. Si no confesaban estos pecados la diosa los castigaba con enfermedades en los órganos sexuales.”[12]
Ya casi al final de su vida, la prostituta se convertía en esclava pues estaba vieja y no tenía el atractivo sexual que antes y no le quedaba otra opción. Lo cierto es que por destino o por circunstancias varias mujeres del México prehispánico se convirtieron en prostitutas. Las que lo fueron por destino o por decisión propia ya las describimos. Ahora veamos las que lo fueron por las circunstancias:  al momento de la llegada de Cortés y de avanzada por diferentes señoríos; los tlatoanis o jefes de los señoríos dieron a sus hijas más bellas a Cortés, quien a su vez las entrego en matrimonio a sus soldados y antes de ser tomadas como esposas fueron bautizadas y les pusieron un nombre cristiano en signo de conciliación. “Dicen que muchas de las mujeres más bellas fueron herradas en la cara con la G y que otras fueron entregadas a los capitanes y soldados para que hiciesen con ellas sus porquerías.”[13] Y al final muchas de ellas fueron abandonadas y embarazadas pues estos hombres, en su mayoría, casados trajeron a sus  esposas a la Nueva España.


[1] En la siguiente entrada hablaré de las reglas sexuales, maritales y de la vida cotidiana.
[2] Véase Manuel Yáñez Solana, Los Aztecas, M. E. Editores, España.
[3] Fray Bartolomé de las Casas, Apologética historia, Atlas, Madrid, 1958, cap. CCXIV, apud José Antonio Flores Farfán y Juan G. R. Elferink, “La prostitución entre los nahuas”, p. 268.
[4] Las tlatlamiani, mujeres respetables en el México prehispánico”, en El Sol de Toluca, Sección Comunidad y Cultura local, 26 de febrero 2007.
[5] José Antonio Flores Farfán y Juan G. R. Elferink, op. cit., p. 274.
[6] Manuel Yáñez Solana, op. cit., p. 65.
[7] José Antonio Flores Farfán y Juan G. R. Elferink, op. cit., p. 258.
[8] Eugenio Aguirre, Isabel Moctezuma, Ed. Planeta-mr ediciones, México, 2008, p. 408.
[9] José Antonio Flores Farfán y Juan G. R. Elferink, op. cit., p. 277.
[10] Laura Alejandra Quintana Martínez, Eduardo Sánchez Morales, Factores psicosociales de las sexoservidoras y concepción a través del tiempo de la prostitución en México, Centro Universitario México.
[11] Fray Bernardino de Sahagún, Historia General de las cosas de la Nueva España, Ed. Porrúa, México, 1969, libro 10, capítulo XV, apud José Antonio Flores Farfán y Juan G. R. Elferink, op. cit., p. 272.
[12] Ibidem, p. 269.
[13] Eugenio Aguirre, op. cit., p. 355.


martes, 28 de septiembre de 2010

Ninón Sevilla: una Aventurera en el viaje de la Sensualidad

Caras, caras y caras.  En el cine mexicano identificamos varios rostros: Pedro Armendáriz, María Félix, Dolores del Río, Jorge Negrete, Pedro Infante... Se nos olvida que esos rostros tienen un cuerpo que puede ser atractivo o no.  En el cine mexicano encontramos varias figuras actorales e, "incluso existían presencias que eran ante todo cuerpo;  y los camarógrafos del cine mexicano elegían partes muy concretas de esos cuerpos,  que subrayaban incluso hasta adjetivar y cosificar(las nalgas de Lilia Prado, las piernas de Ninón Sevilla, las caderas de María Antonieta Pons.),"[1] en aras de hacer del cine mexicano un cine erótico y de vanguardia.
Por este cine desfilaron féminas que se conviertieron en mitos y fueron reverenciadas como diosas.  Una de ellas fue Ninón Sevilla, originaria de Cuba, cuyo verdadero nombre fue Neé Emelia Pérez Castellanos; era bailarina de profesión y llego a México en 1946. Necesitaba un nombre artístico para triunfar, ya que en ese tiempo nadie usaba su verdadero nombre; decidió llamarse Ninón por por la legendaria cortesana francesa Ninón de Lenclos y Sevilla por tener en su nombre algo hispano, aunque también puede ser porque trabajó en el Hotel  Sevilla.
[Foto: Ninón Sevilla en Llévame en tus brazos, Julio Bracho, 1952, p. 93.]

Ninón participó en películas de  melodrama erótico-musical, en las que la protagonista es una prostituta o rumbera que son metáforas de  "pecadora", de una pecadora que trata de redimirse al  bailar y logra convertise en un ídolo, "es un ídolo, pero literalmente con pies de barro, aunqe estos pies, sobre todo sus piernas [...], son su fortuna, su salvación."[2]
Estelarizó varias películas en las que se lució por sus difíciles coreografías (que ella misma improvisaba y creaba) y por sus impresionantes atuendos (que también diseñaba.)
  
 
[Foto 3: Descripción del vestido: su cuerpo está ceñido por una red, su busco está semicubierto y provocativamente subrayado y cubriendo su sexo la máscara de un demonio, trae plumas en las caderas y guantes cortos, Ninón y músico en Coqueta,Fernando A. Rivero, 1949. P. 50]

Ella declara para una entrevista con Waldemar Verdugo como creaba sus coreografías: -“¡Así es mi niño! Todos mis bailes los creaba yo misma, y traje algunos ritmos de Cuba que se impusieron de inmediato. También diseñaba mis vestuarios y daba ideas para mis coreografías. Generalmente mis vestuarios eran muy caros y los productores no podían pagar la escenografía, así es que el déficit lo cubría con mi sueldo. ¿Para qué otra cosa puede servir el dinero si no es para hacer las cosas mejor?. El problema es cuando no hay profesionalismo. Cuando me inicié en el cine, ya sabía algo de música; aprendí a bailar mirando simplemente, en La Habana; viendo bailar al pueblo también adquirí la música.”[3]        
Sin duda se le recuerda por las películas Carita de cielo (dir. José Díaz Morales, 1946) en la que debuto en México como actriz, Víctimas del pecado (Emilio el indio Fernández dir., 1950), Sensualidad (Alberto Gout dir., 1950). Pero sin duda por la que se le recuerda y la que la encumbró fue Aventurera (Alberto Gout, 1949).

Ninón Sevilla es una mujer que lleno al cine mexicano de exóticos bailes, de los cuales no hemos visto ni la mitad de lo que se filmó ya que se hacían largas coreografías que pasaban por la censura y el recorte.  ¡Ah, Ninón!, Ninón “tan cerca de los espectadores, tan lejos de su vida. Ninón tan carnal, tan sensual, encarna el concepto mismo de la sensualidad.”[4]
[Video Sexy dance de Ninón Sevilla]

Sensualidad que según los críticos de cine le hacía falta al cine mexicano. Ninó Sevilla aportó erotismo y sensualidad a nuestro cine, ella comenta:
-En aquella época Pedro Armendáriz regresó de Francia, donde había filmado "Lucrecia Borgia", y me dijo: "Fíjate comadrita que en Francia dicen ahora que estamos muy atrasados..." "¿Cómo?", le respondí. "Pues sí -dijo-. Dicen que nuestro cine está muy bien, pero que nos estamos quedando atrás porque no mostramos cuerpo y la chingada. Hay que hacer algo". "¡Haremos algo!", le respondí. Y filmamos "Mulata" en Cuba. Cuando llegamos a la isla, fui y contraté a las modelos de la Escuela de Pintura, cuyo trabajo era también mostrar los pechos desnudos. Y me fui y compré pantaletas de jersey y les cubrí el resto del cuerpo, y así desvestidas ellas me acompañaron en las secuencias de baile. Luego del estreno en Francia, a mi compadre le dijeron: "¡Qué erotismo! Que adelantados están ustedes en Latinoamérica..."[5]
 
[Foto 4: de la película Yambao]
¿Quién dijo que no había ni sensualidad ni erotismo en el cine mexicano? Para muestra las fotos anteriores y el video. Tributo a la diosa rubia del cine mexicano.
[Foto 5: Foto de estudio 1950, p. 128. Foto 6: de la película Sensualidad.]

 

[1] Davíd Ramón, Sensualidas. Las películas de Ninón Sevilla, UNAM, Coordinación de Difusión Cultural, Dirección de Actividades Cinematográficas, México, 1989, p. 14.
[2] Ramón, ibídem, p. 23.
[3] !". FUENTE: Artes e Historia-México © Waldemar Verdugo Fuentes, 2004. Por Waldemar Verdugo.
(Fragmento Unificado. Publicado en VOGUE, 1983, UnoMasUno-Mexico 1987
[4] Ramón, ibídem, p. 28-29.
[5] !". FUENTE: Artes e Historia-México © Waldemar Verdugo Fuentes, 2004. Por Waldemar Verdugo.
(Fragmento Unificado. Publicado en VOGUE, 1983, UnoMasUno-Mexico 1987