miércoles, 20 de octubre de 2010

Pokemonas malas y perversa 5

Las alegradoras de la vida: Concubinas y Prostitutas


Poco sabemos de la condición de las mujeres en la época prehispánica, así como de las costumbres de la época, salvo lo que los cronistas informaron. Esta estrada está dedicada a aquellas mujeres que alegraron la vida de los hombres del México prehispánico: las concubinas y las prostitutas.
La sexualidad es un tema importante en cada sociedad y en ese tiempo no se asociaba al sexo con el pecado hasta que llegaron los españoles con su ideal cristiano, pero se debían seguir ciertas reglas.[1] Su importancia radicaba en la procreación de guerreros. Pero también es cierto que era fuente de placer y los hombres al no estar satisfechos con su vida sexual matrimonial podían recurrir a prostitutas y concubinas según su condición social. El pilli tenía una esposa principal y otras esposas que se consideraban concubinas, las cuales debían estar bien alimentadas, disponer de un lecho y contar con lo imprescindible.[2]  Además el sexo prematrimonial estaba permitido con concubinas llamadas tlacatcaulli. Fray Bartolomé de las Casas nos habla de tres tipos de concubinas: “las de los jóvenes antes del matrimonio [temecauh]; las de los hombres casados llamadas teichtacamecauh y las de los nobles importantes.”[3]
En cuanto a la prostitución digamos que es una posibilidad para los que por algún motivo no pueden tener una mujer aceptada socialmente, es decir, una esposa y para los que no son satisfechos sexualmente por sus esposas. Como se puede notar los hombres de las clases altas recurrían a las concubinas mientras que los macehuales a las prostitutas.
Las prostitutas eran llamadas “preciosa flor de maíz tostado” o “bebida que embriaga con flores” y no eran tan maltratadas, pues hasta cierto punto se les consideraba respetables ya que cumplían con una labor importante: ellas acompañaban a los soldados durante las batallas “de esa manera evitaban que [los soldados] violaran o raptaran a las mujeres de pueblos conquistados. Si lo hacían eran castigados terriblemente, porque para eso llevaban su contingente.”[4] Los soldados como eran considerados  hombres de prestigio tenían derecho de ir con prostitutas antes de ir a la guerra para que ésta fuera exitosa. Las prostitutas de los soldados vivían en una casa especial, algunos autores dicen que se llamaba cuicacalli que significa casa de la canción “y por extensión [es la casa] de la poesía y la danza, razón por la cual es muy cuestionable si a esta casa se le podía llamar burdel, que en realidad es una traducción errónea de cuicacalli.[5] Tal vez fuera una palabra compuesta como auiani calli. Además existía una intensa vida nocturna que era aprovechada por mujeres que danzaban a la luz de las antorchas con los guerreros.[6]
Se decía que había personas o más bien mujeres destinadas a la prostitución según el día en que nacieran. Así cuando una niña nacía se revisaba el tonalpohualli (calendario la cuenta de los días) y quienes habían nacido “bajo el signo ce calli, “uno casa” o ce cuauhtli, “uno águila”, estaban predestinadas a convertirse en prostitutas.”[7] Los aztecas usaban diferentes términos para nombrar a las prostitutas o tal vez existen diferentes palabras que significan prostituta. Por ejemplo, se les nombraba ahuiani (prostituta) o ahuilnemiliztli (prostituta de mercado).[8]
En la siguiente tabla veremos las diferentes palabras que se usaban para referirse a las prostitutas:[9]
Palabra actual
Palabra en náhuatl
Prostituta
Auiani
Maauiltia
Maauiltiani
Mahuailtia
Auilnenqui
Monamacac
Maqui
Prostituta de burdel
Motetlaneuhtiani
motzinnamacani


Ahuiyani significaba contenta, satisfecha, feliz “del náhuatl ahuiya/ahuix ‘tener lo necesario, estar feliz’.”[10] También significa “la que huele bien, la que hace  feliz a la gente”, mientras que el término Monamacac significa “la que se vende”.
Las prostitutas estaban al lado del camino ejerciendo su profesión y a cambio recibían mercancías que podían utilizar como dinero. Se cuenta que algunas de ellas ofrecían ciertas bebidas alucinógenas a sus clientes para intensificar el deseo sexual como el poyomatli que es una hierba; el teonanacatl llamado “el hongo de los dioses” y otra bebida hecha con cuernos de la serpiente mazacóatl (serpiente venado) que era un fuerte estimulante pero que podía provocar la muerte si se exageraba en el consumo. A estas mujeres Sahagún  las describía de la siguiente forma:
Púlese mucho y es tan curiosa en ataviarse que parece una rosa después de bien compuesta, y para aderezarse muy bien primero se mira en el espejo, báñase, lávase muy bien y refréscase para más agradar; suélese también untar con ungüento amarillo de la tierra  que llaman axin, para tener buen rostro y luciente, y a las veces se pone colores y afeites en el rostro… Tiene también de costumbre teñir los dientes con grana y soltar los cabellos para más hermosura, y a las veces tener la mitad sueltos y la otra mitad sobre la oreja o el hombro y trenzarse los cabellos y venir a poner las puntas sobre la mollera, como cornezuelos, y después andarse pavoneando, como mala mujer, desvergonzada disoluta e infame. Tiene también costumbre de sahumarse con algunos sahumerios olorosos y andar mascando el tzictli para limpiar los dientes… tiene también de costumbre llamar, haciendo señas con la cara hacer del ojo a los hombres, hablar guiñando el ojo, llamar con la mano, vuelve el ojo arqueando, andarse riendo para todos, escoger al que mejor le parece, y querer que la codicien, engaña a los mozos, o mancebos, y querer que le paguen bien, y andar alcahueteando las otras para otros y andar vendiendo otras mujeres.[11]
Las prostitutas recurrían a dos diosas: Xochiquétzal (flor/pájaro precioso) eufemismo de la belleza; era la Venus prehispánica y Tlazoltéotl diosa de la inmundicia  y del amor, también de la lujuria y los deseos sexuales. Se creía “que las prostitutas y todos aquellos que cometían pecados de la carne la veneraban de manera especial [a Tlazoltéotl] porque la diosa tenía el poder de perdonarlos si ellos se confesaban con los sacerdotes. Si no confesaban estos pecados la diosa los castigaba con enfermedades en los órganos sexuales.”[12]
Ya casi al final de su vida, la prostituta se convertía en esclava pues estaba vieja y no tenía el atractivo sexual que antes y no le quedaba otra opción. Lo cierto es que por destino o por circunstancias varias mujeres del México prehispánico se convirtieron en prostitutas. Las que lo fueron por destino o por decisión propia ya las describimos. Ahora veamos las que lo fueron por las circunstancias:  al momento de la llegada de Cortés y de avanzada por diferentes señoríos; los tlatoanis o jefes de los señoríos dieron a sus hijas más bellas a Cortés, quien a su vez las entrego en matrimonio a sus soldados y antes de ser tomadas como esposas fueron bautizadas y les pusieron un nombre cristiano en signo de conciliación. “Dicen que muchas de las mujeres más bellas fueron herradas en la cara con la G y que otras fueron entregadas a los capitanes y soldados para que hiciesen con ellas sus porquerías.”[13] Y al final muchas de ellas fueron abandonadas y embarazadas pues estos hombres, en su mayoría, casados trajeron a sus  esposas a la Nueva España.


[1] En la siguiente entrada hablaré de las reglas sexuales, maritales y de la vida cotidiana.
[2] Véase Manuel Yáñez Solana, Los Aztecas, M. E. Editores, España.
[3] Fray Bartolomé de las Casas, Apologética historia, Atlas, Madrid, 1958, cap. CCXIV, apud José Antonio Flores Farfán y Juan G. R. Elferink, “La prostitución entre los nahuas”, p. 268.
[4] Las tlatlamiani, mujeres respetables en el México prehispánico”, en El Sol de Toluca, Sección Comunidad y Cultura local, 26 de febrero 2007.
[5] José Antonio Flores Farfán y Juan G. R. Elferink, op. cit., p. 274.
[6] Manuel Yáñez Solana, op. cit., p. 65.
[7] José Antonio Flores Farfán y Juan G. R. Elferink, op. cit., p. 258.
[8] Eugenio Aguirre, Isabel Moctezuma, Ed. Planeta-mr ediciones, México, 2008, p. 408.
[9] José Antonio Flores Farfán y Juan G. R. Elferink, op. cit., p. 277.
[10] Laura Alejandra Quintana Martínez, Eduardo Sánchez Morales, Factores psicosociales de las sexoservidoras y concepción a través del tiempo de la prostitución en México, Centro Universitario México.
[11] Fray Bernardino de Sahagún, Historia General de las cosas de la Nueva España, Ed. Porrúa, México, 1969, libro 10, capítulo XV, apud José Antonio Flores Farfán y Juan G. R. Elferink, op. cit., p. 272.
[12] Ibidem, p. 269.
[13] Eugenio Aguirre, op. cit., p. 355.